Radar felino

Cuando tienes una familia tan extensa como la nuestra te acostumbras a no hacer planes, al menos no demasiado cerrados porque siempre existe la posibilidad que surja algún contratiempo.
Es más; como diría cualquier Ley de Murphy, lo más probable es que algo se tuerza en el momento más inoportuno.
Y en esa tesitura nos encontramos de nuevo...
Porque tras pasar toda la semana con un bajón de defensas, fastidiada del estómago y sin apenas dormir el día anterior porque Akira (nuestra perrica senior) se puso también malita del estómago y tuve que estar levantándome cada hora para que saliera a desahogarse, mi intención era aprovechar el sábado para descansar un poquito y terminar de recuperarme.
Pero el destino tenía otros planes y justo cuando estaba a punto de terminar los quehaceres matutinos, escucho a los perretes ladrar en el patio y me encuentro a esta pequeñaja agazapada en la escalera que sube a la terraza. Por suerte no estaban todos fuera, ni la gata bajó, sino... no quiero imaginar lo que podría haber ocurrido :-(

Así que, perretes a casa y subo a ver que ocurre; para mi sorpresa, en lugar de salir corriendo como los gatos que de vez en cuando rondan por aquí, me encuentro una gatita diminuta siguiéndome y buscando mimos mientras maullaba sin parar. 
¿Que hacer?
De inmediato, un nudo en el estómago y mil vueltas a la cabeza buscando posibles combinaciones, porque meter un gato más en una casa llena de gatos, al contrario de lo que muchos piensan, no es tan sencillo. Menos aún cuando algunos de ellos no pueden compartir espacio ya sea por enfermedad o carácter. Cada milímetro cuenta y en casa ya hace tiempo que están agotados, pero... ¿Que hacer? ¿Como dejar allí a esa gatita escuálida, llena de nudos y babas que no deja de restregarse contigo?
Lágrimas de impotencia, agobio y pesar me inundan. No dejo de pensar que cada rincón de la casa está ocupado. La miro. Me está suplicando ayuda y sé de sobra que soy incapaz de dejarla allí en ese estado, menos aún de ahuyentarla, mi conciencia me atormentaría el resto de mi vida.

Así que, comienza el esprint:
Paris que aún debe permanecer aislado mientras termina de cicatrizar la herida del absceso, ha tenido que pasar al jaulón de la habitación de los inmunitos.
Danna y Erin, que también han de estar separadas por cuestiones de salud de la primera y conflictos de Erin con el resto, ocupan ahora el sitio de Paris para así dejar el cuartito de cuarentena a la nueva inquilina. Todo preparado. Seguimos.
Perretes encerrados en el dormitorio para poder entrar en casa con ella.
Pequeña instalada devorando la comida mientras ronronea y trata de respirar.
Paris nervioso intentando salir del jaulón. Danna nerviosa intentando regresar a su cuartito. Perretes ladrando. Sentimiento de culpa y tristeza por verles mal cuando poco antes estaban complemente felices. Nervios. Estrés. Un poco más de trabajo y días de adaptación por delante.
Gatita a salvo. Sentimientos encontrados pero feliz de hacer lo correcto.
Parece que la enana sabía muy bien donde acudir (y mira que estamos escondidos), será mi radar felino que continua activo.

A ver si algún día, en vez de estos "regalos" peludos me encuentro un cupón premiado, que no nos vendría nada mal ;-)

Comentarios

  1. Menos mal que su sexto sentido gatuno la llevó a tus escaleras y no a las de otro, que a saber qué le hubiera podido pasar. Y sí, eso del radar para gatos es lo que tiene, que te complica la vida pero... ¿quién quiere una vida sencilla? Si al final, si no es por una cosa o por otra, siempre andamos metidos en jaleos pues mejor que sea por ayudar. Eso si, lo único que sentimos es que algunos peques estén nerviosos a cuenta del cambio aunque que no cunda el pánico. Eso también pasará.

    Y antes de terminar, dos cosas: lo del cupón ya tocará, que te lo tienes ganado. Y la recién llegada, ¿aún no tiene nombre?

    Ronroneos y mimitos.

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    1. Es que lo de esta pequeña ha sido alucinante, parecía que estuviera esperándome y al verme maullaba como suplicando ayuda. Por lo demás, sabes que para mí lo de "complicarme la vida" es pura rutina, no me preocupa dedicar más tiempo, ni trabajar más, lo que me duele de estas situaciones es "fastidiar" a algunos de nuestros peques, sobretodo porque ese estrés puede afectar a los que están más delicaditos, como por ejemplo Danna, que ultimamente estaba genial, contenta, comiendo bien, incluso la veía más esponjosita y ahora anda escondida en el transportín. Sé que es cuestión de tiempo, que en unos días volverán a la normalidad pero no puedo evitar sentirme mal por ellos.
      Aunque en la balanza siempre pesará más el salvar una vida, al menos mientras pueda... me dá pánico que llegue un día en que ante una situación así no encuentre forma humana de hacer un hueco :-(

      Y no, la peque aún anda sin bautizar, estos día me toca dar vueltas a la cabeza.
      Ronroneos a toda la familia de La Gatera

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